lunes, 23 de mayo de 2011

la vida y la muerte bordada en la boca...

No sé porque esta mañana, al saber que Xavi Tondo había fallecido, me vino este verso a la mente. Es el comienzo del “Romance de Curro el Palmo”, de Serrat, y la historia que luego le sucede no tiene nada que ver con la historia de Tondo. Pero esa frase fue una de las primeras que logré articular cuando mi cabeza salió del estado de shock que la noticia me produjo. La vida y la muerte bordada en la boca.

Otro lunes de este imprevisible mes de mayo que tan pronto se viste de la más gloriosa épica como de la más negra tragedia, nos dejó Weylandt. Ese lunes de hace dos semanas escribí mi última entrada del blog. Venía el drama de Weylandt asociado a un incidente más personal, también relacionado con la bici, mucho menos grave eso si, pero mucho más trascendente, sin embargo, en mi vida, paradojas de la perspectiva. Así que decidí apartarme un poco de la bici durante unos días y limitar mi contacto con el ciclismo a seguir el Giro. Y ayer domingo, justo antes de dormir estuve un rato decidiendo que aprovechando el día de descanso en Italia y la descomunal y epopéyica etapa que habíamos visto, hoy iba a volver a escribir en el blog.

Hasta ayer quería hablaros de la decepción que me llevé hace dos semanas con los cicloturistas que frecuentan el carril-bici de Colmenar, en Madrid (hablaré otro día de este tema) pero ayer decidí que no, que después del post del 9 de mayo tras la muerte de Weylandt, el siguiente tenía que ser mucho más positivo, alegre, entusiasta. Y que Mikel Nieve y Garzelli por encima de todos pero también Scarponi, Contador, Nibali, Rujano… me habían abierto la puerta para que corriesen los ríos de tinta que la inolvidable etapa de ayer merecía (de esta etapa también hablaré otro día). Pero este plan, como tantas otras cosas, como tantos otros planes, se ha esfumado en un lapso de tiempo tan breve como una mueca. Terrible.

Seguí los inicios de Tondo un poco de oídas, andaba yo por entonces desconectado relativamente del ciclismo de élite y supe de él por sus logros en Portugal pero sin ubicarle como corredor. Me alegré cuando fichó por el Andalucía porque por fin volvía a España y pensaba que con un calendario más internacional quizá lograse brillar más. Así lo hizo y en 2009 cuando fichó por Cervélo, junto a Sastre, pensé que por fin estaba donde merecía. Disfruté con su primera semana del Giro en 2010 donde estuvo con los mejores, incluso por delante, como en el Terminillo. Entonces, una tarde del verano de pasado, mientras se corría la Vuelta, mi hermano me envió este artículo sobre el bueno de Xavi. Y fue ahí cuando me ganó, para siempre. Porque siempre he admirado y respetado más que nada, más que las victorias y la gloria, incluso la gloria del fracaso, he admirado, decía, el amor por el deporte que practicas. Tondo era de esa pequeña, por reducida, estirpe de deportistas que transmiten tal amor por su deporte que a uno, que ama la locura por la bici casi tanto como la bici misma, le resulta conmovedor e inevitable sentir cercano. Por lo visto ese era Tondo. Apasionado, cercano y simpático, feliz de ser Tondo y de estar donde estaba, en “el equipo de Induráin”. No son, obviamente, apreciaciones mías, que no le conocí, lo son de sus compañeros de profesión y coinciden bastante con la imagen que transmitía. Un tío plenamente feliz y satisfecho de lo que había logrado al que sólo parecía faltarle correr el Tour para estar, por fin, a mano con la vida. Un tío con la vida y la muerte bordada en la boca, si, sólo que su costura parecía ser siempre una sonrisa.

Aunque tarde, Gracias Xavi por querer tanto la bici.

lunes, 9 de mayo de 2011

Weylandt, uno de los nuestros

Estaba preparando una batería de entradas sobre el Giro que se corre estos días. De ese Giro, terrible en su diseño, del que circulan historias con el aroma de viejas leyendas. Se habla del descenso de Monte Crostis de tal forma que uno sólo puede evocarlo en sepia, como si fuese algo de lo que ya hablaban nuestros abuelos y no de algo para lo que aún faltan un par de semanas.

Estaba preparando una batería de entradas comentando eso precisamente, el exceso que supone esta edición de la ronda italiana a todos los niveles. Exceso de kilómetros, exceso de puertos, exceso de riesgos… algo de eso ya mencionaba Pedro Horrillo en su artículo de El País. Qué pensará, por cierto, en un día como hoy quien hizo uno de esos viajes que rara vez traen billete de vuelta. En esas andaba, planificando esa entrada y las posteriores, hablar de estos favoritos, de aquellas trampas, de esos aspirantes… desmontando, en definitiva, como si de un mecano se tratase, las tripas de esta carrera para entenderla mejor y porque no, la vanidad también juega esta partida, para comprobar cuanto de lo que sucederá era capaz de anticiparlo. En esas andaba, decía, cuando hoy el suelo desapareció bajo mis, nuestros pies, los de todos.

Weylandt, un belga al que aún evoco vestido de Quick Step, sin habituarme aún a verle con el maillot del Leopard, ha fallecido tras sufrir una caída en carrera (en casos así no me gusta usar la expresión “nos ha dejado”, parece que nos convierte en el centro de una desgracia de la que sólo somos pasivos y dolientes espectadores). De la historia de la caída no hablaré. Del habitual y efímero pero recurrente discurso del “hay que aumentar las medidas de seguridad” también quiero huir. Que escriban otros.

Es del Weylandt que todos los que nos subimos en una bici llevamos dentro del que quiero hablar. Del Weylandt que también se llama Kivilev, Casartelli o Isaac. Porque cuando te subes en una bici sabes que algo así te puede pasar a ti (o a los que marchan contigo), que la práctica del ciclismo implica ciertos riesgos tan reales que uno necesita ignorarlos sin perder de vista ni un segundo las precauciones necesarias para minimizarlos en un contradictorio juego de equilibros realmente delicado ¿cómo extremar tu cuidado sin pensar en los motivos que lo originan?

Así, cuando uno de los nuestros cae, llámese Weylandt, llámese Fabio, llámese como sea, no es sólo su muerte lo que nos duele, que también, es la nuestra propia y la de aquellos que junto a nosotros, pedalean. Porque cuando uno de los nuestros cae, nos está recordando de la manera más cruel, cuan frágiles somos, lo mínima que es la distancia que a veces nos separa de ser uno de los caídos. Puede que cada vez que uno de los nuestros muere encima de la bici, una parte de nosotros, o al menos de eso que nos empuja a subirnos a una bici, también se muera. Y de ahí ese dolor y esa profunda congoja y esas ganas de renunciar a algo para no arriesgar todo lo demás. Sabes que volverás, siempre vuelves, pero durante un instante, eterno, te preguntas ¿vale la pena? Y en esas ando yo ahora que el Giro ha dejado de importarme ¿vale la pena?

PD.: La foto no tiene nada que ver con el tema del post pero es una de las imágenes más bonitas que he visto sobre ciclismo y que más paz me transmite. Coppi y Bartali, eternos, creo que en el Galibier, en una mañana de hace muchas vidas. Es ahí donde corro a refugiarme hasta que las fuerzas vuelvan.

sábado, 7 de mayo de 2011

la larga espera

Empecé este blog allá por el mes de noviembre de 2009, impulsado, tal vez empujado, por diversos factores, tan dispares entre ellos que no creo que pudiesen llegar a tener sentido todos juntos si no es en el contexto de mi propia vida. Algunos pertenecen al ámbito de lo privado y en cualquier caso, de todos ellos, el único que merece ser mencionado es el que ya puse de manifiesto en aquella primera entrada, "la caída de las hojas, el comienzo del viaje".

Dos entradas en aquel mes de noviembre, otras dos en enero de 2010 y tras ocho meses de sequía, otras dos en septiembre de ese mismo año es el escaso bagaje de más de un año de existencia de "más allá de Plan Lachat". En todo este tiempo la voluntad, mejor dicho, el deseo, que la voluntad suele transformarse en acción más a menudo que el deseo, el deseo de continuar este blog, decía, no había desaparecido y en mi cabeza bullían (y bullen) múltiples temas que abordar en este espacio. Y si esto ha sido así ¿por qué este silencio? ¿a qué se debe esta larga espera? Pues sin obviar el factor de la apatía y de ese concepto tan novedoso como impreciso de la "procastinación", lo cierto es que detrás de todo había, y uso el pasado deliberadamente, cierta confusión sobre el rumbo que le quería dar al blog. ¿Quería hacer un blog sólo sobre ciclismo profesional o quería ampliarlo a mi relación ya no con el ciclismo profesional si no con la práctica misma del ciclismo? Y si hablaba de ciclismo profesional ¿trataría de ceñirme a la actualidad o debería guardar un espacio para la historia? ¿Cómo debía abordar los temas de actualidad? ¿Información u opinión? De la primera me parecía que andábamos satisfechos, de la segunda creo que tenemos excedente.

Y en esas dudas andaba cuando en un momento de lucidez, que al igual que las meigas, haberlos, haílos, encontré la forma de encajar todas esas piezas aparentemente inconexas en una única imagen reveladora de lo que quiero que sea "más allá de Plan Lachat". Y con el ánimo renovado del que cree haber encontrado un camino en forma de respuestas a sus preguntas, me vuelvo a poner en marcha confiado de que este año que ahora se acerca a su ecuador sea, definitivamente, en el que Plan Lachat quede atrás para siempre.