No sé porque esta mañana, al saber que Xavi Tondo había fallecido, me vino este verso a la mente. Es el comienzo del “Romance de Curro el Palmo”, de Serrat, y la historia que luego le sucede no tiene nada que ver con la historia de Tondo. Pero esa frase fue una de las primeras que logré articular cuando mi cabeza salió del estado de shock que la noticia me produjo. La vida y la muerte bordada en la boca.
Otro lunes de este imprevisible mes de mayo que tan pronto se viste de la más gloriosa épica como de la más negra tragedia, nos dejó Weylandt. Ese lunes de hace dos semanas escribí mi última entrada del blog. Venía el drama de Weylandt asociado a un incidente más personal, también relacionado con la bici, mucho menos grave eso si, pero mucho más trascendente, sin embargo, en mi vida, paradojas de la perspectiva. Así que decidí apartarme un poco de la bici durante unos días y limitar mi contacto con el ciclismo a seguir el Giro. Y ayer domingo, justo antes de dormir estuve un rato decidiendo que aprovechando el día de descanso en Italia y la descomunal y epopéyica etapa que habíamos visto, hoy iba a volver a escribir en el blog.
Hasta ayer quería hablaros de la decepción que me llevé hace dos semanas con los cicloturistas que frecuentan el carril-bici de Colmenar, en Madrid (hablaré otro día de este tema) pero ayer decidí que no, que después del post del 9 de mayo tras la muerte de Weylandt, el siguiente tenía que ser mucho más positivo, alegre, entusiasta. Y que Mikel Nieve y Garzelli por encima de todos pero también Scarponi, Contador, Nibali, Rujano… me habían abierto la puerta para que corriesen los ríos de tinta que la inolvidable etapa de ayer merecía (de esta etapa también hablaré otro día). Pero este plan, como tantas otras cosas, como tantos otros planes, se ha esfumado en un lapso de tiempo tan breve como una mueca. Terrible.
Seguí los inicios de Tondo un poco de oídas, andaba yo por entonces desconectado relativamente del ciclismo de élite y supe de él por sus logros en Portugal pero sin ubicarle como corredor. Me alegré cuando fichó por el Andalucía porque por fin volvía a España y pensaba que con un calendario más internacional quizá lograse brillar más. Así lo hizo y en 2009 cuando fichó por Cervélo, junto a Sastre, pensé que por fin estaba donde merecía. Disfruté con su primera semana del Giro en 2010 donde estuvo con los mejores, incluso por delante, como en el Terminillo. Entonces, una tarde del verano de pasado, mientras se corría la Vuelta, mi hermano me envió este artículo sobre el bueno de Xavi. Y fue ahí cuando me ganó, para siempre. Porque siempre he admirado y respetado más que nada, más que las victorias y la gloria, incluso la gloria del fracaso, he admirado, decía, el amor por el deporte que practicas. Tondo era de esa pequeña, por reducida, estirpe de deportistas que transmiten tal amor por su deporte que a uno, que ama la locura por la bici casi tanto como la bici misma, le resulta conmovedor e inevitable sentir cercano. Por lo visto ese era Tondo. Apasionado, cercano y simpático, feliz de ser Tondo y de estar donde estaba, en “el equipo de Induráin”. No son, obviamente, apreciaciones mías, que no le conocí, lo son de sus compañeros de profesión y coinciden bastante con la imagen que transmitía. Un tío plenamente feliz y satisfecho de lo que había logrado al que sólo parecía faltarle correr el Tour para estar, por fin, a mano con la vida. Un tío con la vida y la muerte bordada en la boca, si, sólo que su costura parecía ser siempre una sonrisa.
Aunque tarde, Gracias Xavi por querer tanto la bici.