La RAE define Querer, en su tercera acepción como “tener voluntad o
determinación de ejecutar algo. Poder,
en su primera acepción, lo define como “tener
expedita la facultad o potencia de hacer algo”. Finalmente Saber lo define, también en su tercera
acepción, como “tener habilidad para
algo, o estar instruido y diestro en un arte o facultad”. El pasado domingo
Joaquín Rodríguez se quedó a 16 segundos de ganar el Giro de Italia. Durante
tres semanas peleó por llevarse la Corsa Rosa, es decir, quiso ganarla. Durante
esas misma tres semanas y hasta los últimos metros del último día, los 16 segundos de diferencia
con el ganador así parecen indicarlo, fue capaz de transformar ese deseo en una
posibilidad real, a saber, pudo ganarla. Pero no lo hizo. Y por eso llegamos al
tercer punto, momento en el que debemos cuestionarnos si Purito Rodríguez supo
ganar el Giro. Creo que la respuesta es que no.
Antes de entrar a argumentar esta afirmación creo necesario hacer una aclaración. Este post se centra en la figura de Joaquín
Rodríguez no por su condición de corredor español, no soy muy partidario de los
forofismos patrióticos y menos en el ciclismo, donde sólo tengo una patria. Se
centra en el corredor catalán porque considero que es el único de los
favoritos cuya actuación deja espacio para el análisis. Y me explico. Sobre
Hesjedal poco hay que debatir. Ganó y encima lo hizo sin partir entre
los tres o cuatro nombres que todos los instruidos y sapientísimos especialistas
y aficionados barajábamos el día 5 de mayo, cuando arrancó el Giro. Sí, muchos pensábamos que podía estar arriba, cerca
del podio incluso pronosticó alguno, pero pocos habríamos apostado por él para hacerse con la
general final de modo que su actuación no admite debate. Algo similar sucede con
el tercer clasificado, Thomas De Gendt, que no apareció en ningún pronóstico
hasta el penúltimo día, cuando a punto estuvo de dar el golpe de efecto más
espectacular que se recuerda en una gran vuelta desde la Vuelta a España de 1985, cuando
Perico Delgado puso patas arriba nuestra ronda camino de Segovia.
Finalmente, Vande Velde, los Sky y un último arrebato de sensatez y arrojo de
Hesjedal unidos al desfallecimiento lógico sufrido por el belga en el último
kilómetro, impidieron que el golpe de Estado se consumase.
En cuanto a Basso y Scarponi, a priori los dos
grandes candidatos a la victoria final, tampoco queda mucho que decir.
Retomando el argumento del principio y el título de este post, ambos se quedaron
un peldaño antes que Purito, esto es, quisieron pero ni siquiera pudieron, por
mucho que durante la mayor parte del Giro lo intentaron. Del resto de
favoritos, léase Kreuziger, Pozzovivo, Gadret, Urán… ni siquiera queda la
sensación de que en algún momento pareciese que podían ganarlo por lo que, en
conclusión, nos encontramos con que sólo ha habido dos corredores que quisieron
y pudieron ganar el Giro. Y sólo lo ganó uno. Y no fue Joaquín Rodríguez.
¿Dónde se dejó Purito el Giro? ¿Cómo lo perdió?
Teniendo en cuenta que la diferencia final fue de 16 segundos, parecería lógico
buscar una etapa en la que Hesjedal le sacase esa ventaja y decir que ahí lo
perdió. En Cervinia, por ejemplo, en la etapa 14, donde se dejó 26 segundos
respecto al canadiense. Sin embargo sería pecar de simplista
cuando menos y de tramposo en cualquier caso. Porque lo cierto es que ese día
Hesjedal mostró su fortaleza. Igual que lo hizo el antepenúltimo día, en Alpe
di Pampeago, cuando volvió a aventajar al catalán en 13 segundos. No parecían
esos los días adecuados para buscarle las cosquillas al canadiense. Pero hubo
otros días, otras oportunidades. Y ninguna se aprovechó.
El inesperado podio del Giro 2012. |
Cuando corres una vuelta por etapas, y más de
tres semanas, donde las variables se multiplican ad infinitum, tienes dos
opciones, esperar que tus rivales tengan un mal momento y aprovecharlo (siempre
que uno se encuentre en disposición de hacerlo, claro está) o generar tú esa
crisis. Y es en este punto donde creó que erró Joaquín Rodríguez su táctica.
Porque aunque él quisiera ganar la Corsa Rosa, lo cierto es que corrió todo el
Giro en un terreno indefinido entre el cazaetapas
que ha sido hasta ahora y el candidato a la victoria que pretendía ser. Sus
ataques fueron siempre a uno o dos kilómetros de la cima, donde el daño es
minimizable a nada que tengas fuerzas y espíritu para ello. Nunca le vimos a él
ni a su equipo mostrar una cara agresiva, no les vimos buscar un momento de
debilidad de Hesjedal. Si vimos a Liquigas, por ejemplo, preparar un escenario
favorable a su líder. Vimos a Lampre optar por las maniobras a la contra, colocando
hasta en tres días clave a Cunego por delante para evitarse trabajar por detrás
y sobre todo para obligar a otros a hacerlo. Y vimos a Hesjedal ejercer de
líder de facto del Giro en la subida del Stelvio, el penúltimo día, cuando
comprendió que si no asumía la responsabilidad, De Gendt consumaría su
inesperado golpe de efecto. Nada de esto lo vimos ni en Katusha ni en Joaquín
Rodríguez. ¿Por qué? Causas aparentes hay muchas, desde incapacidad física
(¿hizo Purito todo lo que su condición le permitió?) hasta cierta
minusvaloración del rival (¿dieron por sentado que Hesjedal desfallecería en
alguna de las dos jornadas finales?), pasando por el miedo a exponer uno mismo
sus propias debilidades.
Yo personalmente, y con las reservas propias de
no estar dentro ni del equipo ni de la cabeza del corredor catalán, opto por
ésta última como la más probable. Quizá por ser la más común en el ciclismo
moderno, donde el riesgo a perder algo suele prevalecer sobre la posibilidad de ganarlo
todo. Joaquín Rodríguez, Katusha con él, no buscaron el momento de crisis de
Hesjedal porque conscientes de sus propias limitaciones temieron que acabase
desencadenando el suyo propio. Decidieron entonces esperar a que un tercer
elemento ajeno a ambos lo desencadenase, se llamase éste Basso, Scarponi o
azar (y aquí caben pájaras, viento, caídas...nada que no sea el ciclismo de toda la vida), lo mismo daba. Como ese momento no llegó, Purito tuvo que presentarse
ante la última batalla, una contrarreloj, el territorio más hostil para sus
características, con una renta tan exigua que apenas pudo defenderla hasta algo
más de la mitad del recorrido. Y eso pese a que sus prestaciones acabaron
siendo mucho mejores de lo que en principio se preveían.
Así que ni en Cervinia ni en Alpe di Pampeago.
Tampoco en el Stelvio o el día de Cortina d’Ampezzo. Ni siquiera fue en la
contrarreloj del final. Fue en ese territorio de contornos difusos que habita
dentro de cada uno de nosotros y que se llama miedo fue donde Joaquín Rodríguez perdió el Giro.
Eso es lo que creo.