martes, 29 de mayo de 2012

Giro 2012: querer, poder y saber


La RAE define Querer, en su tercera acepción como “tener voluntad o determinación de ejecutar algo. Poder, en su primera acepción, lo define como “tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”. Finalmente Saber lo define, también en su tercera acepción, como “tener habilidad para algo, o estar instruido y diestro en un arte o facultad”. El pasado domingo Joaquín Rodríguez se quedó a 16 segundos de ganar el Giro de Italia. Durante tres semanas peleó por llevarse la Corsa Rosa, es decir, quiso ganarla. Durante esas misma tres semanas y hasta los últimos metros del último día, los 16 segundos de diferencia con el ganador así parecen indicarlo, fue capaz de transformar ese deseo en una posibilidad real, a saber, pudo ganarla. Pero no lo hizo. Y por eso llegamos al tercer punto, momento en el que debemos cuestionarnos si Purito Rodríguez supo ganar el Giro. Creo que la respuesta es que no.

Antes de entrar a argumentar esta afirmación creo necesario hacer una aclaración. Este post se centra en la figura de Joaquín Rodríguez no por su condición de corredor español, no soy muy partidario de los forofismos patrióticos y menos en el ciclismo, donde sólo tengo una patria. Se centra en el corredor catalán porque considero que es el único de los favoritos cuya actuación deja espacio para el análisis. Y me explico. Sobre Hesjedal poco hay que debatir. Ganó y encima lo hizo sin partir entre los tres o cuatro nombres que todos los instruidos y sapientísimos especialistas y aficionados barajábamos el día 5 de mayo, cuando arrancó el Giro. Sí, muchos pensábamos que podía estar arriba, cerca del podio incluso pronosticó alguno, pero pocos habríamos apostado por él para hacerse con la general final de modo que su actuación no admite debate. Algo similar sucede con el tercer clasificado, Thomas De Gendt, que no apareció en ningún pronóstico hasta el penúltimo día, cuando a punto estuvo de dar el golpe de efecto más espectacular que se recuerda en una gran vuelta desde la Vuelta a España de 1985, cuando Perico Delgado puso patas arriba nuestra ronda camino de Segovia. Finalmente, Vande Velde, los Sky y un último arrebato de sensatez y arrojo de Hesjedal unidos al desfallecimiento lógico sufrido por el belga en el último kilómetro, impidieron que el golpe de Estado se consumase.

En cuanto a Basso y Scarponi, a priori los dos grandes candidatos a la victoria final, tampoco queda mucho que decir. Retomando el argumento del principio y el título de este post, ambos se quedaron un peldaño antes que Purito, esto es, quisieron pero ni siquiera pudieron, por mucho que durante la mayor parte del Giro lo intentaron. Del resto de favoritos, léase Kreuziger, Pozzovivo, Gadret, Urán… ni siquiera queda la sensación de que en algún momento pareciese que podían ganarlo por lo que, en conclusión, nos encontramos con que sólo ha habido dos corredores que quisieron y pudieron ganar el Giro. Y sólo lo ganó uno. Y no fue Joaquín Rodríguez.

¿Dónde se dejó Purito el Giro? ¿Cómo lo perdió? Teniendo en cuenta que la diferencia final fue de 16 segundos, parecería lógico buscar una etapa en la que Hesjedal le sacase esa ventaja y decir que ahí lo perdió. En Cervinia, por ejemplo, en la etapa 14, donde se dejó 26 segundos respecto al canadiense. Sin embargo sería pecar de simplista cuando menos y de tramposo en cualquier caso. Porque lo cierto es que ese día Hesjedal mostró su fortaleza. Igual que lo hizo el antepenúltimo día, en Alpe di Pampeago, cuando volvió a aventajar al catalán en 13 segundos. No parecían esos los días adecuados para buscarle las cosquillas al canadiense. Pero hubo otros días, otras oportunidades. Y ninguna se aprovechó.

El inesperado podio del Giro 2012.
Cuando corres una vuelta por etapas, y más de tres semanas, donde las variables se multiplican ad infinitum, tienes dos opciones, esperar que tus rivales tengan un mal momento y aprovecharlo (siempre que uno se encuentre en disposición de hacerlo, claro está) o generar tú esa crisis. Y es en este punto donde creó que erró Joaquín Rodríguez su táctica. Porque aunque él quisiera ganar la Corsa Rosa, lo cierto es que corrió todo el Giro en un terreno indefinido entre el cazaetapas que ha sido hasta ahora y el candidato a la victoria que pretendía ser. Sus ataques fueron siempre a uno o dos kilómetros de la cima, donde el daño es minimizable a nada que tengas fuerzas y espíritu para ello. Nunca le vimos a él ni a su equipo mostrar una cara agresiva, no les vimos buscar un momento de debilidad de Hesjedal. Si vimos a Liquigas, por ejemplo, preparar un escenario favorable a su líder. Vimos a Lampre optar por las maniobras a la contra, colocando hasta en tres días clave a Cunego por delante para evitarse trabajar por detrás y sobre todo para obligar a otros a hacerlo. Y vimos a Hesjedal ejercer de líder de facto del Giro en la subida del Stelvio, el penúltimo día, cuando comprendió que si no asumía la responsabilidad, De Gendt consumaría su inesperado golpe de efecto. Nada de esto lo vimos ni en Katusha ni en Joaquín Rodríguez. ¿Por qué? Causas aparentes hay muchas, desde incapacidad física (¿hizo Purito todo lo que su condición le permitió?) hasta cierta minusvaloración del rival (¿dieron por sentado que Hesjedal desfallecería en alguna de las dos jornadas finales?), pasando por el miedo a exponer uno mismo sus propias debilidades.

Yo personalmente, y con las reservas propias de no estar dentro ni del equipo ni de la cabeza del corredor catalán, opto por ésta última como la más probable. Quizá por ser la más común en el ciclismo moderno, donde el riesgo a perder algo suele prevalecer sobre la posibilidad de ganarlo todo. Joaquín Rodríguez, Katusha con él, no buscaron el momento de crisis de Hesjedal porque conscientes de sus propias limitaciones temieron que acabase desencadenando el suyo propio. Decidieron entonces esperar a que un tercer elemento ajeno a ambos lo desencadenase, se llamase éste Basso, Scarponi o azar (y aquí caben pájaras, viento, caídas...nada que no sea el ciclismo de toda la vida), lo mismo daba. Como ese momento no llegó, Purito tuvo que presentarse ante la última batalla, una contrarreloj, el territorio más hostil para sus características, con una renta tan exigua que apenas pudo defenderla hasta algo más de la mitad del recorrido. Y eso pese a que sus prestaciones acabaron siendo mucho mejores de lo que en principio se preveían.

Así que ni en Cervinia ni en Alpe di Pampeago. Tampoco en el Stelvio o el día de Cortina d’Ampezzo. Ni siquiera fue en la contrarreloj del final. Fue en ese territorio de contornos difusos que habita dentro de cada uno de nosotros y que se llama miedo fue donde Joaquín Rodríguez perdió el Giro.

Eso es lo que creo.

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