lunes, 14 de noviembre de 2011

esto se para... por ahora (IV)


Que si, que es verdad que en julio está el Tour de Francia. Que si, que en septiembre se corre la Vuelta a España y algunos años como éste el Campeonato del Mundo. Y estamos de acuerdo en que mayo, con el Giro y agosto, con un montón de carreras de altísimo nivel, también son meses muy intensos para los aficionados al ciclismo. Pero desde hace ya algún tiempo, mi mes favorito de todo el calendario es abril. Os prometo que esta predilección no obedece a ninguna modernez, que no pretender ser, para nada, un esnobismo ni deseo hacer ver con ella que mi conocimiento sobre el ciclismo alcanza un grado tan superlativo que me permita despreciar lo que a la mayor parte de los aficionados deslumbra. Es sólo que en abril se corren algunas de las carreras que me paso todo el año esperando. Todas encadenadas. Creo que los dos sabéis de los que hablo ¿verdad?

Podría continuar por el sendero que comencé a recorrer en el anterior post, me refiero a resumir a mi manera lo más destacado que ocurrió en ese mes de abril y después contaros como nos fue a mi hermano y a mí con nuestra preparación. Podríamos hablar de lo archisabido, de la victoria de Klöden en País Vasco, por ejemplo. O del triunfo de Samuel Sánchez en el cada año más atractivo Gran Premio Miguel Induráin. Podríamos detenernos aunque sólo fuesen unos segundos, aquí líneas, en las buenas sensaciones que transmitió Scarponi en ese excelente campo de pruebas para el Giro que suele ser el Trentino. Incluso podríamos analizar con detalle todo lo que sucedió en Romandia y que concluyó con la victoria de Evans, segunda vuelta por etapas en menos de dos meses para el aussie. Por analizar podemos hasta dedicarle un post entero al extrañísimo desenlace del Tour de Flandes. ¿Cancellara desfallecido? ¿Boonen atacando con Chavanel delante? ¿El Kapelmuur reducido a mera estación de paso, nada de juez definitivo de la carrera? ¿Nuyens ganando? Si alguna vez viajo en el tiempo este Tour de Flandes sería una buena ocasión de hacerme millonario.

Y sin embargo no vamos a hablar de nada de eso. De hecho, me detengo aquí un momento a mencionar el inclasificable mes de abril de Philippe Gilbert. ¿Inolvidable, irrepetible, mágico? Valga decir que probablemente no volvamos a ver a un corredor dominar en las clásicas de muros como lo hizo el corredor valón en este 2011 que se apaga. No es sólo que consiguiese el tríptico de las Ardenas (Amstel, Flecha-Valona y Lieja), algo que sólo Rebellin, en 2004, había conseguido. Y no es sólo que ya hubiese vencido en la Flecha Brabançone unos días antes. O que cuando esta extraordinaria racha comenzó, ya acumulaba tres victorias, incluida otra clásica como la Eroica. Todo esto importa, claro está, cuenta y suma. Y sin embargo no lo es todo porque si me he atrevido a afirmar que probablemente no volvamos a ver nada semejante se debe a la manera en que Gilbert consiguió todas estas victorias, como si más que previsibles fuesen inevitables, con una superioridad que recordó a la de otros grandes mitos del ciclismo en otras especialidades. Gilbert hizo suyos los muros del norte de Europa con la misma facilidad con que Induráin dominaba contra el crono, con la suficiencia con la que Pantani volaba donde a otros la tierra les tiraba de los pies hacia su mismísimo centro. Durante todo el año pero especialmente en ese mes de abril, tuvimos la sensación de que Gilbert jugaba a otra cosa distinta al resto.

Decía que no vamos a hablar de nada de esto. De hecho, tampoco este mes os voy a contar como iba nuestra preparación, baste con recurrir a esa manida pero gráfica frase que dice "todo marchaba según lo previsto". Entonces, si descartamos todo esto del mes más agitado del calendario ciclista ¿qué nos queda? Pues nos queda una mañana de domingo del mes de abril. Y de eso es de lo que os hablaré en el próximo post, dejadme que tome aire y tomadlo vosotros también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario